Cartas, anillos, fotos, alguna prenda de vestir, libros, souvenirs, documentos, e incluso elementos del traje de gala que no fueran necesarios mientras estaban embarcados, permanecen bajo llave en los armarios de los submarinistas.
Por Alfredo Ves Losada*
A más de un año del hundimiento del submarino ARA San Juan, los lockers privados de sus 44 tripulantes aún guardan en la Base Naval de Mar del Plata los objetos de cada uno de ellos, a la espera de una orden judicial para que sean entregados a sus familiares.
Cartas, anillos, fotos, alguna prenda de vestir, libros, souvenirs, documentos, e incluso elementos del traje de gala que no fueran necesarios mientras estaban embarcados, permanecen bajo llave en los armarios de los submarinistas.
Allí permanecen objetos y recuerdos desde la mañana del 25 de octubre de 2017, cuando el submarino zarpó de su muelle en la base marplatense.
Las taquillas son más grandes que un casillero de vestuario tradicional y más pequeñas que un armario típico, con una dimensión de aproximadamente 1,8 metros de alto por 80 centímetros de ancho, contaron a Télam algunos familiares de los tripulantes.
Están en el edificio destinado a oficiales y suboficiales e identificadas con los nombres de cada uno de ellos.
Permanecen cerradas con llave, tal como las dejaron los 44 submarinistas, incluso los más antiguos, que en algunos casos tenían más de una taquilla.
Un pequeño regalo
Desde que la desaparición del San Juan -el 15 de noviembre de 2017- derivó en una investigación judicial, quedaron selladas por orden de la jueza federal Marta Yañez, incluso para aquellos familiares que guardaban una copia del candado o de la cerradura. Cada taquilla está bloqueada con un precinto judicial numerado.
Ni siquiera fueron abiertas el 26 de enero último, cuando Yañez dispuso una serie de allanamientos en instalaciones de la base naval.
“Yo sé que él ahí tenía una foto mía, y a veces dejaba la alianza porque no podía tener anillos a bordo para manejar máquinas”, contó Itatí Leguizamón, esposa del cabo primero Germán Suárez, en una entrevista.
Para Jorge Villarreal, padre del teniente de navío Fernando Villarreal, la taquilla de su hijo esconde en cambio un deseo y también una incógnita: “me gustaría recuperar la espada de su uniforme, pero no sé si está ahí”.
“No solían llevarlas a bordo. Pero tampoco sabemos si la necesitaron en Ushuaia y tuvieron que llevarla. Es algo que realmente tengo muchas ganas de conservar como algo simbólico. Ojalá esté”, agregó.
Marino durante 40 años, el padre de Villarreal sospecha que dentro del casillero de su hijo también lo espera un regalo, un pequeño submarino en miniatura.
“Fernando solía guardar souvenirs y pequeñas maquetas de submarinos; me dijo que tenía uno para mí que le habían regalado. Realmente va a ser muy emotivo si podemos abrir” los armarios, dijo, al señalar a Télam que el resto de esas pertenencias serán para su nuera, Lucía, y su nieta, Martina, de 4 años.
“Ahí los chicos solían guardar ropa, libros, y también en muchos casos hay documentos y papelerío que algunos familiares necesitan, incluso papeles del auto en algunos casos”, explicó Yolanda Mendiola, madre del cabo primero Leandro Cisneros, y una de las familiares con asistencia perfecta durante más de un año en la base naval.
Para Andrea Mereles, esposa del suboficial Ricardo Alfaro Rodríguez, hay algo dentro de la taquilla de su marido que tiene el valor de un pequeño tesoro: “yo solo quiero recuperar la gorra del traje de gala. Tengo todo lo demás, hasta la espada. Pero su gorra está ahí hace más de un año. Espero poder sacarla rápido”.
Marcela Sánchez, no tiene idea qué puede haber dejado ahí dentro su marido, el suboficial primero Alberto Cipriano Sánchez, y la angustia la sospecha de que no podrá conservar su traje de gala como recuerdo, porque tampoco estará en la taquilla.
“En mi caso, creo lo perdí entero el traje, porque el comandante del ARA le pidió que lo llevara a la navegación, igual que a algunos otros, según el cargo”, explicó.
Prendedores, medallas, zapatos, dibujitos y fotos de los hijos pegados en el interior de la puerta se suman a la lista de pertenencias que los familiares buscan recuperar, y cada uno de ellos sabe que la apertura, cuando ocurra, volverá a poner a flor de piel muchos sentimientos.
“La verdad que es una cajita de sorpresas: no sabemos qué cosas pueden aparecer”, dijo Marta Vallejos, hermana del suboficial segundo Celso Vallejos.
*Télam